Por qué me gusta hacer acroyoga

Me enteré por primera vez del acroyoga cuando un maestro del diplomado de yoga lo mencionó ligeramente. El inicio de esta práctica vino cuando tuve un grupo muy especial en la clase que doy desde hace 5 años en la UAM Xochimilco donde cada trimestre preparamos un performance de 15 minutos.

Lo especial radicaba en que eran comprometidos y apasionados. Andrea había llegado por interés propio y le interesaban las artes circenses, Nayelli practicaba danza árabe y le gustaba dar show y reírse a carcajadas, ella llevó a Lili, su hermana de corazón, una chica linda que constantemente expresaba la relación entre las lecciones de yoga y lo que aprendía en la carrera de psicología; también estaba Susy, economista que se quería comer el mundo de un solo bocado. Corría, iba a yoga y como siempre andaba a prisas, una señora del comedor de la universidad le guardaba su comida. Saliendo de la carrera entró a trabajar a la bolsa de valores por curiosidad. Nay y Lili también siguieron con pasión sus caminos. Ahora Andrea y yo damos clases de acroyoga juntas.
Grandes talentos, un grupazo.

Como cada trimestre elijo un tema para enseñar, ese trimestre ellos se unieron: -quisiéramos practicar mas acroyoga-. Voilá, sucedieron grandes cosas. Aquí algunas fotos del recuerdo.

Después llegó Orson, biólogo, juguetón y kinestésico, la confianza creció rápida y sólidamente, con él puedo intentar los trucos más atrabancados.
Nos quedábamos horas divirtiéndonos después de clase.

1) Primera característica: es una práctica social súper divertida donde pueden incluirse varias personas logrando retos acrobáticos*.

Después empezamos a requerir más atención. En esta etapa agradezco las enseñanzas de Hernán Olvera y Marina Barberena, con quienes tomamos nuestro primer workshop y posteriormente las de los urbanacroyoguis que colaboraron en Curliva.

2) Luego empezó a gustarme la onda de ponerme en forma. Además del reto creativo se agregó el reto físico, no es solo una cuestión posmoderna de los millenials, -afortunadamente llegó en un momento en que veía a los jóvenes de clase de yoga cada vez más rígidos- también descubrí un placer en ello, una líbido freudiana que me llevó a sentirme bien conmigo y hacer cosas por ello.

A los aspectos de juego en grupo podemos llamarlos tribales, nos unen como sociedad y
3) pueden sacar la mejor y peor parte de nosotros. ¡Cuántas horas podemos pasar pegados por estar disfrutando! Pero también salen los miedos, la cabeza grita cuando se siente amenazada; la desesperación, por las ganas de que salgan “bien” las cosas, he visto a tantas parejas pelear por cosas absurdas. Me gusta decir que por observar cómo hacen acroyoga las parejas puedo ver en qué etapa de su relación están. Aquí se liga el cuarto punto.

4) Acroyoga nos enseña formas de comunicación y con ello orden y roles. A veces alguien quiere darle la responsabilidad a otro de que salgan bien las cosas, pero normalmente uno puede hacer algo más desde su propio rol para mejorar el producto final; otra cosa que pasa es que uno quiere transgredir el rol, hacer todo por el otro; eso se vuelve una relación desequilibrada donde no se le permite al otro que aprenda. No aprender suena bastante aburrido.

Haciendo acro aprendemos a reconocer los esfuerzos de otros y nos sensibilizamos con las particularidades de cada uno, también nos familiarizamos con la noción de que hay que caer muchas veces en el camino; darle su lugar a los errores en lo cotidiano nos permite sacarles provecho.

5) La comunicación que se da con el cuerpo es otro temazo. Cuando practicamos seguido con una persona, los movimientos sutiles de la mano nos indican todo un movimiento, como si bailáramos salsa; además ponemos en juego todos los sentidos. Cuanta información recibimos por una caricia o una mirada.

Se ha mantenido la afirmación de que la comunicación diferencia a los humanos de los animales, no porque los animales no tengan sus formas -ballenas, delfines y otros ya han sido catalogados como personas no humanas-, sea como sea la vida es posible gracias a que nos vinculamos. Nuestra comunicación se ha desarrollado de tal forma que los humanos tenemos sexo por diversión y no sólo por mantener una relación familiar. (Diamond, 2000)

La comunicación nos vincula en muchos planos, cada quien decide hasta donde llevarlo. Los yoguis suelen tener ejercitado el agradecimiento con las cosas no entendidas desde la cabeza. Ser escuchados nos recuerda que existimos y que no estamos locos, o quizás sí, pero no estamos solos. Retomando las palabras de Reyes Heroles, privilegiemos al fondo sobre la forma. Un acroyogui que no se divierte y respeta, que no se hace presente, puede estar haciendo acrobacia pero no acroyoga.

Diana Paola Pérez R.
Agosto 2016

*Los retos acrobáticos suelen ser mucho más accesibles al público en general, aunque hay para todos, me gustaría hacer una nota después sobre los tipos de acroyoga. Conoce más del acroyoga aquí.

** Jared Diamond, ¿Por qué es divertido el sexo?, Debate, Barcelona, 2000.

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