Por: Alondra Ríos Colín
El suicidio es un tema complejo por su naturaleza multicausal y el tabú inculcado. Es un fenómeno presente en toda la historia de la humanidad, en muchas de las narrativas que conforman nuestro imaginario, y, también, presente en la cotidianidad de nuestro entorno. Existen diversas áreas del conocimiento que se han dedicado a analizarlo. En este texto se resumen algunas perspectivas filosóficas y sociológicas occidentales entorno al fenómeno suicida.
El suicidio no puede plantearse sin pensar en la muerte y nuestra concepción de ella. De hecho, gran parte del discurso que generamos como sociedad con referencia al mismo está influido por nuestro pensar con respecto a la muerte. La vida está determinada a terminar, la única certeza a la que tenemos acceso total es el fin de ser y existir como lo concebimos hasta el día de hoy. Esto mismo nos lleva a cuestionamientos sobre sentidos y propósitos, sobre vacíos y sinsentidos. La muerte misma nos ordena vivir, tomar la responsabilidad de lo que seremos en el lapso entre nacimiento y muerte. ¿Qué hacemos con nuestro presente, con nuestro ser, una vez somos conscientes de su efimeridad?
En palabras de Vladimir Jankélévitch, “La presencia de la muerte apasiona, patentiza y dramatiza la duración finita que el destino nos concede. (…) La finitud es lo que da un valor al tiempo desnudo, es decir, la cosa más impalpable y más neutra del mundo ¡la vil duración!” (Jankélévitch, La muerte, 1966).
Hoy en día el discurso biomédico e individualista ha impregnado sus ideas en torno al suicida, dejando poco espacio para plantear el impacto y rol sociocultural que se encuentra de por medio. La patologización de quien tiene tendencias suicidas lleva, por un lado, a dar una tranquilidad a quien la vive para comprenderse como víctima de algo de sí que es tratable. Su dolor tiene la oportunidad de cobrar vida como un monstruo al que puede nombrar, visibilizar y hasta atacar. Sin embargo, la patologización vuelve invisible el hecho de que los deseos suicidas no son casos aislados. Por el contrario, son en gran medida resultado de un contexto sociocultural que permite y promueve la desesperanza. Además, resta responsabilidad al colectivo sobre nuestra capacidad de darnos contención, voz y ternura. Pero, sobre todo, nos quita la oportunidad de luchar y construir un mundo donde la desolación deje de invadirnos.
Para Durkheim, por ejemplo, el suicido es un fenómeno social patológico —es decir, dañino y anormal— que ocurre cuando una sociedad tiene un déficit o exceso de regulación o integración. Esto da las condiciones propicias a la práctica suicida al sumarse a corrientes de desánimo, tristeza, desorientación y desesperanza que se introducen en las conciencias individuales.
Además, consideraba que en sociedades donde hay una mayor “garantía” de vinculación la tasa de suicidio es menor a aquellas en las que la individuación pesa más. Razón por la cuál para el sociólogo había momentos históricos que daban como resultado un mayor índice de suicidios.
La perspectiva que se tiene respecto al suicidio en la filosofía occidental tiende a recaer en dos extremos: el de satanizar el acto o el de enaltecer al suicida. Y aquellas perspectivas que tienden a quedar en medio oscilan entre los extremos poniéndose en algún lugar del espectro según las motivaciones que se encuentran detrás de la muerte.
Para Schopenhauer el suicida quiere la vida, su deseo de acabar con ella es más bien un deseo por terminar el dolor que le impera. Desea la vida, pero una vida sin sufrimiento. Para este filósofo el acto de acabar con uno/a mismo/a es sólo otra afirmación de la voluntad.
Séneca, uno de los principales pensadores del estoicismo, considera que la preocupación del humano debería estar en vivir bien y, en consecuencia, morir bien. En la carta LXX a Lucilio, afirma el suicidio como un acto de libertad que se puede llevar a cabo para evitar perder la apatheia (el estado mental de ecuanimidad total). Para el estoico la muerte no es un mal, por el contrario, es lo común entre todos los seres humanos y debemos priorizar la calidad de vida antes que la cantidad vivida.
Para Kant, el ser humano no es una propiedad de sí mismo, hay una “imposibilidad metafísica” de ser dueños de nosotros. Además, encuentra una incongruencia total en el uso de la libertad para erradicar la libertad misma. Similar a las ideas expuestas por el filósofo Kant, Tomás de Aquino presenta la idea del suicidio como un desatino con la idea, de herencia cristiana, de que la libertad humana no es ilimitada, su propósito debe estar orientado hacia hacer el bien, encontrando el usar la libertad para acabar con la capacidad de autodeterminarse como algo más bien “maligno”.
Jean Améry, un filósofo que experimentó la falta de humanidad de los campos de concentración durante la segunda guerra mundial, habla del suicidio desde una postura complicada y muy personal. Para él, todas las muertes son naturales y aquel que “decide levantar la mano sobre sí mismo” debe ser respetado y la sociedad tiene el deber de no dificultar más su situación.
El discurso imperante de juicio hacia las personas suicidas está altamente vinculado con las características que encontramos virtuosas o, en su defecto, viciosas. Al analizar una muerte desde motivaciones discursivamente enaltecedora —como ocurre en los suicidios románticos o en aquellos que son resultado de actos heroicos— es sencillo que se genere una narración de empleo de la libertad y autonomía. Sin embargo, cuando se relaciona una conducta suicida con características vetadas por la sociedad —por ejemplo, con aquellos provenientes de depresiones profundas o los consecuentes a graves problemas económicos— se suele generar en el imaginario cierto recelo hacia quien decidió quitarse la vida.
Más allá de situar al suicidio en el “bien” o el “mal”, considero relevante sacar a conversación un concepto aplicable al tema: la resiliencia. Entendida por la Asociación Americana de Psicología, la resiliencia es la capacidad de adaptarse a la adversidad, “rebotar” de las situaciones difíciles. Esta capacidad es ordinaria, todas las personas la vivimos de una u otra manera. Sin embargo, es también un conjunto de conductas, pensamientos y acciones desarrollables: es un camino a recorrer que, si bien no nos libra de dificultades, nos permite transitarlas y sacar lo mejor de nosotrxs en ellas.
La resiliencia es “la otra opción” para absolutamente todas las personas que experimentan una circunstancia complicada, especialmente para quienes sienten deseos suicidas. Es la posibilidad de cambiar el lente con el que se observa la difícil situación actual para actuar en consecuencia al potencial mundo que aguarda tras la tormenta.
Todo duelo y todo dolor son efímeros, al igual que nuestra vida. Estamos condenados a experimentar el espectro de emociones humanas y llorar dolores inevitables. Pero cada segundo de vida es la posibilidad de experimentar nuevos “momentos de sentido”. Cada presente es el potencial recuerdo que nos abraza y hace que caminar sea la oportunidad de vivir la plenitud de existir.
Fuentes consultadas
El Camino a la Resiliencia. (s.f.). American Psychological Association. Encontrado el 17 de junio de 2023, de: https://www.apa.org/topics/resilience/camino
Améry, J. (1999). Levantar la mano sobre uno mismo: discurso sobre la muerte voluntaria (E. Aznar Anglés & M. Siguan Boehmer, Trans.). Pre-Textos.
Baquedano, S. (2007). ¿VOLUNTAD DE VIVIR O VOLUNTAD DE MORIR? EL SUICIDIO EN SCHOPENHAUER Y MAINLÁNDER. Revista de Filosofía, 63(1), 117-126. https://revistafilosofia.uchile.cl/index.php/RDF/article/view/17649/18413
Cartas a Lucilio | ensayosfilosofia. (2011, August 26). ensayosfilosofia. Retrieved May 28, 2023, from https://ensayosfilosofia.wordpress.com/tag/cartas-a-lucilio/
Durkheim: La explicación sociológica sobre El Suicidio. (2020, April 18). YouTube. Retrieved May 28, 2023, from https://www.youtube.com/watch?v=bxeAqiRMuxc
Jankélévitch, V. (2002). La muerte (M. Arranz, Ed.; M. Arranz, Trans.). Pre-Textos.
Kant, I. (1988). Lecciones de ética (R. Rodríguez Aramayo, Ed.; C. Roldán Panadero & R. Rodríguez Aramayo, Trans.). Crítica.
Fuente: Towfiqu Barbhuiya - Unsplash El dolor crónico es un problema de salud pública…
La infancia intermedia, así llamada por los psicólogos del desarrollo, es una etapa de difícil…