Existe una ensalada que en mis 24 años de vida sólo he comido cerca de 20 veces en un solo lugar: la casa de mi abuela paterna. Durante mi infancia no me atraía demasiado, mi abuela la preparaba en una cazuela enorme de barro con una presentación “caldosa”, algo que me parecía muy raro para una ensalada, y la compartíamos en la cena de Noche Buena. Conforme pasó el tiempo, mi paladar maduró y mi abuela dejó de cocinar sola por lo que participamos más los sobrinos y tíos de la familia en la elaboración de deliciosos platillos, afortunadamente, porque sabemos lo pesadísimo que es cocinar en estas fechas, además mucho se sabe de las familias cuando cocinan juntas.
Llegó un año en que me tocó prepararla a mí, así que la preparé con un cariño especial, pero he de confesarles que la guardamos muy rápido en el refri y se echó a perder pronto (no sé si esa es la verdadera razón por la que se echó a perder, pero ahora mejor esperamos más tiempo a que se enfríe el betabel y su caldo).
Ahora me gusta mucho esta ensalada, se ve preciosa en la mesa, con un color rosa mexicano y detallitos verdes de la lechuga que parecen un regalito orgánico, además considero que es lo más saludable que como en estas fechas y este año estoy decidida a prepararla alguna ocasión más. Mi padre la preparó este año y le quedó buenérrima.
Les comparto la receta:
*Le puedes agregar jugo de naranja al agua de betabel para endulzarla
Los cacahuates saben riquísimo remojados, a mi me gusta esa consistencia «nueva» del cacahuate, cuéntenme si les gustó a ustedes.
Pasé mi 24 de diciembre meditando y viendo pelis. Estoy agradecida de haberme criado con dos familias tan diferentes, las dos me he enriquecido tanto.
Disfruten su ensalada y si quieren ver más ensaladas, vayan aquí.
Pensar en esta receta me recuerda mis orígenes chamánicos. Mi madre me preparó esta ensalada…